Tenía motivos Berlusconi para temer la película sobre su vida

Hoy se estrena en los cines españoles Silvio (y los otros) de Paolo Sorrentino. Este nuevo trabajo, que tiene como personaje protagonista al político y empresario Silvio Berlusconi, aglutina las obsesiones y los temas claves que caracterizan la obra del realizador italiano, como la muerte, la vejez, la decadencia, la corrupción, el poder, la belleza y el goce de vivir.

La cinta llegará a nuestro país varios meses después de su lanzamiento en Italia y con algunas variantes respecto de la versión original. La más destacable de todas es que, en lugar de estar dividida en dos partes –Loro. Parte I y Loro. Parte II, de cien minutos cada una que se proyectan por separado–, Silvio (y los otros) se presenta en España en una sola película de dos horas y media de duración. Asimismo, la traducción elegida por la distribuidora hace que se pierda el juego de palabras del título pues Loro, cuyo significado en español es “Ellos”, también remite fonéticamente a “L’oro”, el oro, metal que funciona como símbolo de la ambición y el deseo de poder del político y empresario italiano.

El oro y el dinero han sido una constante en la vida del Silvio, de la misma manera que Berlusconi ha sido una presencia habitual en la trayectoria artística de Sorrentino, cuya carrera está tan atravesada por la figura del político, que se podría decir que todo lo hecho anteriormente por este creador no ha sido más que un ensayo para poder rodar Silvio (y los otros). “Para mí, hacer un filme supone descubrir un misterio”, afirmó Sorrentino cuando presentó la cinta en el pasado festival de Cannes. “En Italia, muchos de esos misterios están estrechamente vinculados a la Iglesia, a la política, a la mafia… Estoy interesado en contar esos mundos”.

De esta forma, si para Paul Eluard “Hay otros mundos, pero están en éste. Hay otras vidas, pero están en ti”, los mundos, las vidas y los misterios que interesan a Sorrentino están contenidos y encarnados en buena parte por el político milanés. De hecho, Il Cavaliere se parece mucho a esos personajes de La juventud que se resisten a aceptar la vejez, recuerda a esos ociosos decadentes de La gran belleza, tiene rasgos de los intrigantes sacerdotes de El joven papa y, por supuesto, podría ser cualquiera de los miembros del séquito de Giulio Andreotti que aparecen en Il Divo.

“Presidente siamo con te”: La relación entre Sorrentino y Berlusconi va más allá de lo meramente creativo. Desde hace varios años, casi todas las cintas del realizador han estado producidas por Medusa Film, empresa que, en condiciones normales, no se habría dejado escapar el trabajo de un director galardonado con un Oscar de Hollywood pero que, en esta ocasión, decidió no apoyar el proyecto.

La razón para semejante negativa fue que Medusa es una compañía perteneciente a Mediaset, grupo mediático participado en un 41% por la familia Berlusconi que, como era de esperar, no quiso saber nada de la película e hizo todo lo posible por dificultar su financiación, aunque sin conseguirlo.

Ante semejante fracaso, fue el propio Berlusconi el que, pocos días antes de comenzar el rodaje, decidió reunirse con Sorrentino e invitarlo a comer. Como si de una escena de Il Divo o de Las consecuencias del amor se tratase, Silvio le ofreció al realizador cualquiera de sus residencias para que las utilizase como escenarios naturales para la película. Una sutil forma de control sobre la producción que fue rechazada con igual elegancia por el cineasta.

Finalmente, y a pesar de esas dificultades, en verano de 2017 comenzó el rodaje de Silvio (y los otros). Poco después se enviaron a los medios de comunicación las primeras imágenes de Toni Servillo caracterizado como Silvio Berlusconi. Las reacciones no se hicieron esperar. Aprovechando una rueda de prensa convocada para apoyar un referéndum sobre Lombardía, el empresario volvió a presionar al realizador enviándole un claro mensaje: “Me llegaron rumores extraños sobre la película. Espero que no se trate de una agresión ni política ni personal. Confío en que sean informaciones infundadas”. Por si no hubiera quedado claro, posteriormente declararía que “no creo que sea conveniente, vista mi popularidad, hacer una película contra mí”.

Aunque los antecedentes de Sorrentino hacían pensar que aprovecharía la película para ensañarse con el político, el realizador italiano ha optado por un tono amable a la hora de abordar la figura de Berlusconi. Si bien en Silvio (y los otros) el protagonista aparece como un personaje bufonesco, obsesionado por el sexo, egocéntrico y narcisista que disfruta exhibiéndose y cantando canciones napolitanas como Malafemmena de Totò, el director ha preferido no poner el foco en él y convertir a Berlusconi en una suerte de Jep Gambardella, protagonista de La gran belleza, que sirve de guía a la hora de explorar a los moradores de esos mundos de los que hablaba antes Sorrentino.

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