Más insumos y medicamentos para el Centro de Salud “Dr. Laureano Maradona

Eduardo Maradona, nieto del Dr. Laureno fué quién en persona los acercó hasta el CAPS para la mejor atención de sus pacientes

En una muestra de solidaridad y compromiso con la salud pública de la ciudad, el Centro de Salud “Dr. Laureano Maradona” fue beneficiado con una significativa donación de insumos y medicamentos.

El benefactor fue Eduardo Maradona, nieto del Dr. Laureno, que esta mañana fue recibido con gratitud por el intendente de Funes, Roly Santacroce, el secretario de Salud Pública, Marcelo Masciotta, y el personal médico del dispensario.

Entre los insumos donados se encuentran medicamentos esenciales que serán de vital importancia para el tratamiento de diversas afecciones.

“En nombre de la comunidad de Funes, agradezco profundamente la generosa contribución de Eduardo Maradona al Centro de Salud Maradona. Esta significativa donación de insumos y medicamentos es muy valiosa”,


agradeció el intendente de Funes.

Quién fue El Doctor Esteban Laureano Maradona

Fue un médico rural en Argentina. Nació el 4 de julio de 1895 en la ciudad de Santa Fe y creció jugando en el campo con sus hermanos. 

Estudió medicina en Buenos Aires, y desempeñó el ejercicio de su profesión lejos de las grandes ciudades, especialmente en un pequeño pueblo de Formosa: Estanislao del Campo. allí pasó la mayor parte de su vida, y todo lo que hizo fue por los indios que habitaban este pueblo, educándolos, curándolos y haciéndose parte de su comunidad. 

En su libro “Recuerdos Campesinos” reconstruye con mucha emoción, las imágenes de su infancia y juventud. La familia se trasladó al Barrio de Flores y luego a Merlo en Buenos Aires. Estudia en la Facultad de Medicina… “los estudiantes iban con galerita y como yo, era un buen rebelde, aparecía por las aulas con un enorme chambergo de tipo criollo. Era el bicho raro de la clase…. Tuve que interrumpir mis estudios muchas veces por extrañar el campo y el recuerdo de los gauchos, que me llenaban de nostalgia”.

Fue discípulo del Dr. B. Houssay, P. de Elizalde, entre otros. Fue desobediente, testarudo y fanático de los derechos de los pobres y tuvo que soportar persecuciones en el gobierno de Félix Uriburu.

Viajó a Paraguay previo paso de instalar un consultorio en Resistencia, Chaco. Llegó a ser aceptado como jefe del Hospital Naval de Asunción. Cuando comenzó la guerra entre paraguayos y bolivianos atendió a los heridos de ambos bandos. En Asunción conoció a su novia Aurora Evali, que falleció de fiebre tifoidea. “Tanto sufrí con su muerte que no volví a enamorarme”. “Cuando terminó la guerra doné los sueldos a los soldados paraguayos y a la Cruz Roja… y me fui…”.

Sucede un hecho que cambió el rumbo de su vida. “El tren que me llevaba a Tucumán, donde vivía mi hermano, estaba a punto de arrancar. Con mi viejo maletín de médico en la mano, estaba solo, parado en el andén del pasaje Guaycurú (hoy Estanislao del Campo) y pedían a un curador, y a los gritos desesperados me hicieron subir a un sulky y me interné en la espesura del monte sin importarme el tiempo que me llevaría el auxilio… toda mi energía se concentró en salvar esas dos vidas en un parto complicado…perdí el tren. Después de cuatro años de curar a paraguayos y bolivianos en la guerra, cómo no voy a hacer algo por esta gente de mi patria… Con el tiempo me aceptaron, aunque primero tenían miedo de acercarse, ninguno se quería ir sin que yo revisara sus cuerpos sesgados por el dolor y los ritos tribales, tan primitivos como peligrosos para su salud… logré el respeto y tuvieron una devoción desmesurada hacia mi… Se que arriesgué mi vida y también mi salud, pero nunca me arrepentí de haber tomado esa decisión… no sólo estaban con el cuerpo enfermo, sino que también sufrían con el cuerpo y su intelecto. Les enseñé a vestirse, a higienizarse, elaboré con ellos el barro hasta transformarlo en ladrillo… hice medicina gaucha a los ponchazos. Los ayude a sembrar y cosechar”, relataba a quienes lo hemos entrevistado en algunas oportunidades

Aprendió la lengua de los tobas, pilagás, wichis y guaucurúes y les enseñó a leer y escribir. Permaneció en esa localidad 52 años hasta que su salud se lo permitió.

Fue un hombre humilde, sencillo, que vivió siempre para los demás. Amante de la flora y la fauna, y gran escritor. 

Con tristeza y melancolía regresó a los 90 años a su ciudad natal donde pasó sus últimos 10 años escribiendo. Es en su honor que desde hace años se celebra el “día del médico rural”, el 4 de julio, fecha de su nacimiento.

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