Graves incidentes en el final del clásico rosarino que terminó a puro descontrol

La caída de Newell’s en el campo de juego fue destruyendo progresivamente un operativo de seguridad que había transitado hasta el comienzo del partido por el sendero de la normalidad. El festejo enloquecido de los jugadores de Rosario Central tras el tercer gol derivó en un brote de ira que el equipo de la lepra contagió a su hinchada. De los proyectiles desde las gradas se pasó en cuestión de minutos a la arremetida policial, los balazos de goma y las corridas alocadas. Miembros de la barra subiendo a la popular superior para descargar su frustración contra hinchas que sufrían las mismas penas. Y muchas preguntas por responder. ¿El equipo de Central permaneció demasiado tiempo festejando en la cancha?¿Quién omitió que se inflara la manga de seguridad para que los visitantes se fueran lo más rápido posible al vestuario? ¿Qué hubiera pasado si el portón ubicado sobre la platea que da al museo, que fue forzado por hinchas enfurecidos, hubiera cedido?

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En un partido de fútbol el humor del hincha es directamente proporcional al resultado. Eso es así sin ningún tipo de paliativo. Ya a los 30 minutos del primer tiempo, cuando Marco Ruben marcó de palomita tras un centro de Gustavo Colman, en la popular del Palomar un grupo de 20 o 30 hinchas salió despedido de la tribuna como persiguiendo a un fantasma. “Se me rió en la cara”, gritaba un hincha rojinegro enfurecido mientras sus pares corrían de acá para allá por el pasillo de la platea del estadio cubierto. ¿Quién se le había reído en la cara al hincha? Por lo que los fanáticos manifestaban, “un policía canoso”. El hombre nunca pudo ser localizado. “Yo soy hincha de Newell’s y no vi nada”, respondía una policía uniformada que prestaba servicios en la zona de ingreso a los palcos de prensa.

La tensión por el resultado adverso fue traduciéndose en fuertes cruces verbales entre los hinchas que tuvieron su momento culminante cuando Germán Herrera, a los 90 minutos, decretó el 3 a 1 final. Cuando el Chaqueño corrió hacia el codo de la popular del hipódromo con la platea del museo para festejar y el equipo canalla se hizo un ramillete. Los hinchas leprosos estallaron. ¿Por qué? La mayoría puso el dedo acusador sobre Washington Camacho. Los hinchas vieron en su festejo algo desmedido. Los forcejeos entre jugadores de ambos equipos fueron un prólogo para que desde la tribuna comenzaran a caer proyectiles al campo de juego. Uno de ellos impactó en el línea Ezequiel Brailovsky y eso motivó que el árbitro Federico Beligoy suspendiera el juego.

Fue entonces festejo loco canalla en el medio de la cancha y en las tribunas locura descontrolada. Un grupo de hinchas comenzó a arrojar proyectiles y otros intentaron forzar un portón ubicado en el codo de la platea del museo. Los minutos corrían y ninguno de los auxiliares de la lepra inflaba la manga de seguridad para que el equipo de Paolo Montero siguiera con el festejo en el vestuario. Grupos de Infantería armados irrumpieron por el codo y disparando munición antitumulto hacia los hinchas intentaron controlar la situación. Un grupo disparaba hacia la platea y otro hizo un cerco en la popular del hipódromo, donde se ubica la barra, tratando de desalojar la tribuna. Eso generó un efecto contrario al deseado y motivó la reacción de algunos hinchas. La barra buscó apoyo para plantarse ante la policía, pero la idea no prosperó. El clásico en el Coloso que arrancó como una fiesta terminó sumergido en el olor a pólvora de las armas policiales.

La furia no terminó allí. Fuera del estadio la cosa continuó. “Los llamé hace diez minutos. Mirá como me dejaron la casa. Me destrozaron la casa”, gritaba un hombre completamente sacado en la esquina de Pueyrredón y Montevideo. Un hincha de Newell’s, vecino del hombre, lo increpaba. “¿Vos no habrás cargado a alguno de los que pasaron? Porque acá en esta esquina siempre hay quilombo”. Lo concreto es que dos viviendas de Pueyrredón al 1500 sufrieron destrozos en el frente y en las persianas. En las redes sociales vecinos denunciaron destrozos y piedrazos en las inmediaciones de el Coloso. Un final indeseado.

Fuente: La Capital

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