El CRE de Funes invita a la Misa Homenaje al Suboficial Ramón Agustín Flores

De este evento participarán también las Autoridades de la Unidad Regional II,  el Intendente de la ciudad Diego León Barreto, el Concejo Deliverante, la totalidad de las Fuerzas Conjuntas de COE, Liceo Aeronáutico Militar, Gendarmería, Instituciones Oficiales, Comerciantes y vecinos.

El policía fue asesinado de un tiro en la cabeza al querer impedir un asalto. Patrullaba en su moto particular cuando recibió un alerta y fue al comercio que robaban Sanimax. Un trío de ladrones que huía del lugar lo mató con un certero disparo.

Ramón Agustín Flores, un agente del Comando Radioeléctrico de Funes que estaba afectado al patrullaje de la zona comercial de esa ciudad, recibió la llamada de emergencia en su equipo de radio. Un robo calificado se producía en ese momento en un negocio ubicado a pocas cuadras de donde él se encontraba. No dudó un instante y esa actitud le permitió llegar al lugar del hecho en escasos minutos. Los delincuentes, que ya habían dominado a media decena de personas, estaban a punto de retirarse. Pero cuando advirtieron la llegada del policía, ellos tampoco dudaron y lo ejecutaron de un tiro en la cabeza mientras Flores bajaba de su moto y ni siquiera había desenfundado su arma. Poco después, durante un operativo montado en inmediaciones del local, la policía detuvo a un muchacho de 19 años oriundo de Rosario que tenía en su poder un revólver y al que le imputan ser parte del trío delictivo.

Flores tenía 23 años y hacía poco más de un año que integraba el plantel del Comando Radioeléctrico funense. El joven, quien hace poco había contraído matrimonio, vivía en la zona oeste de Rosario y hacía tres años que había ingresado a la fuerza de seguridad. Su muerte causó conmoción no sólo entre sus familiares y compañeros de trabajo. El agente era conocido, respetado y querido por varios comerciantes de la zona de Irigoyen y Houssay, donde ocurrió el hecho. Muchos vecinos solían verlo pasar todos los días en su moto particular, vestido con uniforme, y con muchos había sembrado una amistad. “Trabajaba de lunes a lunes, porque cuando no estaba con el Comando hacía adicionales”, soltó una comerciante de la zona que reconocía en el agente abatido a un amigo. Los comerciantes de la zona que patrullaba le rindieron un homenaje en aquél momento junto a su señora que estaba embarazada reunidos en Plaza San José donde dejaron testimonio del profundo sentimiento de dolor por lo acontecido.

El hecho

Todo ocurrió poco después del mediodía cuando tres ladrones armados ingresaron al local de venta y colocación de sanitarios Sanimax, ubicado en la esquina de Irigoyen y Houssay, 200 metros al sur de la ruta nacional 9. Ese negocio ya había sido visitado por asaltantes hace exactamente un mes (ver aparte). La versión más firme que circulaba indica que el trío había llegado en un Renault Megane gris que estaba al mando de un cuarto ladrón como chofer. En el momento en que apareció la gavilla, en el comercio había cuatro empleados y un proveedor además de Daniela Piaggio, la propietaria del local. La mujer estaba en su pequeña oficina de la parte trasera del local cuando los gritos de quienes estaban al frente del negocio la hicieron pulsar el botón de pánico del sistema de alarma conectada a la policía.

Al saltar la alarma en la central policial se impartió el alerta de que algo malo ocurría en Sanimax y Flores, que estaba muy cerca de allí, se dirigió hacia el lugar. El policía detuvo su moto sobre el césped de la vereda, se bajó y apenas alcanzó a sacarse el casco cuando le dispararon a la cabeza. Mientras el agente quedaba tirado en el piso en un inmenso charco de sangre, los delincuentes huyeron en diferentes direcciones. El que estaba arriba del auto, según contaron testigos, se fue dejando a sus cómplices a pie.

El suboficial Ramón Agustín Flores, de 23 años, llegó en una moto hasta la puerta del comercio. Con el chaleco antibalas colocado, se bajó de la moto, se sacó su casco y lentes y los colgó del manubrio. Y no tuvo tiempo para nada más. En ese preciso instante salieron los tres ladrones y uno de ellos, sin mediar palabra, le dio un tiro en la cabeza. Flores cayó pesadamente al piso, dejando una gran mancha escarlata en la entrada misma del comercio, mientras los asaltantes se dieron a la fuga. Unos minutos después, una ambulancia trasladó al uniformado hasta el Sanatorio Laprida, donde ingresó en la sala de terapia intensiva y falleció poco después.

En forma casi simultánea varias patrullas convergieron en el lugar y montaron una amplia batida en busca de los asaltantes. Flores, en muy mal estado, fue cargado en una ambulancia y conducido al sanatorio Laprida de Rosario, donde llegó con paro cardiorrespiratorio. Los médicos intentaron reanimarlo durante una hora y a las 14.15 diagnosticaron su fallecimiento. El proyectil quedó alojado en el cráneo, lo que indica que podría ser de un calibre chico.

Al asesino lo condenaron a una pena consensuada entre la Fiscalía y la defensa del joven, Lagrú de 17 años de cárcel efectiva. El juez de Instrucción de la 3ª Nominación, Luis María Caterina, había procesado a Walter Lagrú por los delitos de Robo Calificado, Privación Ilegítima de la Libertad y Homicidio Criminis Causa, figura que se aplica cuando el asesinato se lleva a cabo para obtener impunidad sobre otro ilícito.

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